>>>magnético_poeta_maldito
De cómo Richard
Ashcroft y The Verve convirtieron ocho años de
reviente, batallas y caídas, en la salvación
del rock & roll.
Aunque no fuera el
cantante, el autor de las letras ni la cara
inconfundible de la banda de rock número uno de
Inglaterra, Richard Ashcroft igual sería la
clase de hombre que podría partir cabezas,
derretir corazones, detener el tránsito a la
hora pico y hacer que se interrumpan las
conversaciones en un pub lleno hasta el tope,
todo sin siquiera mover una pestaña. Sus rasgos
son los de una clásica estrella de rock -la
sensualidad oscura y destructiva del poeta
maldito; el magnetismo demacrado del guerrero
exhausto; el encanto arrogante y despreocupado de
los fuegos de artificio-, aunque destacados por
una mirada ardiente y profunda y unas mejillas
alargadas y cóncavas que parecen haber sido
excavadas por una pala. Cortado como un poste de
teléfono, con apenas un atisbo de caderas, el
cuerpo de Ashcroft es largo y magro, puro nervio
y gracia de insecto. Es el cuerpo de una asceta
elegante. Y cuando camina -por la calle, por el
lobby de mármol de un lujoso hotel londinense,
descalzo por el living de su casa en un tranquilo
suburbio al sudoeste de Londres-, Ashcroft se
mueve seguro de sí, con un pavoneo resuelto que
más que "Salí de mi camino" parece
decir "A que no podés seguirme el
ritmo".
El brillo, el andar, el
talento: Ashcroft, 26 años, es el que lleva la
batuta. Es, además, la vívida publicidad
física del majestuoso álbum que inauguró el
éxito de los Verve, Urban Hymns,
y de su hit, el fulgurante "Bitter Sweet
Symphony". Esto explica por qué, hace
algunas semanas, cuando Ashcroft viajó al
Vaticano en plan de vacaciones, acabó
convirtiéndose en la atracción central de un
grupo de adolescentes locos por Verve que justo
andaban por ahí.
"Recibí el
tratamiento completo de los paparazzi", dice
Ashcroft, razonablemente irritado en la suite del
hotel, mientras toma el té y comparte
cigarrillos armados con el bajista Simon Jones y
el baterista Peter Salisbury.
En un momento, Ashcroft y
su esposa Kate Radley -tecladista de la banda
británica Spiritualized- recorrieron Roma en un
taxi, perseguidos por dos chicas en una scooter.
"Dementes", suspira Ashcroft. "No
pude estar ni quince minutos en el Vaticano. Le
decía a esa gente <<¡Recorrieron medio
planeta para venir a este lugar y me miran a mí!
¡Hagan algo con sus vidas! ¡Vamos, están en el
Vaticano!>>". Jones confiesa que todo
el desastre fue en parte culpa suya. "Yo
había estado en Roma pocos días antes",
explica. "Lo llamé por teléfono y le dije:
<<Richard, tenés que ir a Roma, es
hermosa>>. A mí no me habían molestado ni
una sola vez."
"Pero yo no aparezco
en la tapa de todas las revistas", agrega el
bajista, levemente dolido. "Compré The
Sun y ahí estaba su foto.
Entonces me dije: <<Puta madre, ni siquiera
pensé en eso>>."
Así van a ser las cosas
por un tiempo. Originario de la pequeña ciudad
de Wigan, al norte de Inglaterra, cultor del rock
& roll comprometido, criado por un padrastro
que se desempeñaba medio día como clérigo y
por una madre que sigue trabajando como
peluquera, Ashcroft es el Hombre del Momento de
la Banda del Año. El título resulta más que
apropiado para un joven que le dijo a su
orientador vocacional del colegio que quería
cantar en un grupo de rock. (El consejero le
ofreció un puesto como aprendiz de bañero.) En
Inglaterra, Urban Hymns, el
tercer álbum de los Verve, obtuvo cinco discos
de platino, vendió más de 1,9 millones de
placas y engendró dos singles número uno que
son una verdadera joya: la dulce y triste
"The Drugs Don't Work" y la canción de
amor "Lucky man". Las ventas mundiales
de Urban Hymns, que salió en
septiembre de 1997, ya superaron los 4 millones
de discos.
En los Estados Unidos, Urban
Hymns ha vendido casi 900 mil placas
gracias a una corta gira realizada a fines del 97
y a la imparable difusión de "Bitter Sweet
Symphony" en las radios de rock moderno.
Considerando que "Lucky Man" empezó a
circular como single para la radio y para MTV, y
que la banda está preparando una gira por
estadios para el verano (boreal) -que
probablemente incluya un show en el Madison
Square Garden de Nueva York-, el futuro parece
anunciar múltiples discos de platino.
Pero la inmensa buena
suerte de los Verve y la coronación de Ashcroft
como la estrella de rock que él siempre supo que
podía ser vienen madurando desde hace mucho
tiempo: ocho años, para ser exactos. Años duros
y bañados en drogas. Tiempos llenos de emoción
y angustia. Ashcroft, Jones, Salisbury y el
guitarrista Nick McCabe aún eran adolescentes
-compañeros de colegio que compartían su
afición por la psicodelia, por los Beatles,
Funkadelic y el rock alemán de vanguardia de la
década del 70- cuando debutaron en la fiesta de
cumpleaños de un amigo, celebrada en un pub de
Wigan, en agosto de 1991. En un año, Verve (como
se denominaban hasta que el sello discográgico
norteamericano del mismo nombre insistió en que
se llamaran The Verve) firmó
contrato con Hut Recordings, una subsidiaria del
sello Virgin en Gran Bretaña.
El éxito no llegó
enseguida. Los primeros singles, con largas
zapadas como "She's a Superstar",
"Feel" y "Gravity Grave",
eran un suicidio como hits radiales: cada tema
duraba como ocho o diez minutos. El director de
Hut Recordings, Dave Boyd, recuerda la última
sesión de mezcla de "Gravity Grave",
en 1992: "Me acerqué y les dije:
<<Miren, están haciendo una música que
está por lo menos seis meses adelantada respecto
del montón. No creo que la gente la llegue a
captar en este momento.>> Yo no sabía que
aún iban a hacer falta cuatro o cinco años
más."
Esos años por poco
significaron la separación de los Verve. La
manía contenida de los dos primeros álbumes - A
Storm in Heaven, de 1993, y A
Northern Soul, de 1995- se descontroló
totalmente. En el Lollapalooza 94, donde The
Verve actuó en un escenario secundario,
Salisbury fue arrestado por destrozar una
habitación de hotel y Ashcroft fue internado por
una severa deshidratación. Las sesiones de
grabación de A Northern Soul -
alimentadas por la ingestión masiva de éxtasis-
resultaron una combinación pesadillesca de
intensidad creativa y desavenencias personales.
Tres meses después de la salida del disco,
Ashcroft dejó la banda.
Apenas unas semanas más
tarde, volvió a los ensayos con Jones, Salisbury
y el guitarrista y tecladista Simon Tong, otro ex
compañero de colegio de Wigan. Pero aún
faltaría más de un año, y la reconciliación
de Ashcroft y McCabe, para terminar Urban
Hymns y para que los Verve -ahora un
quinteto con la incorporación de Tong- se
recuperasen de su agonía y alcanzaran su
merecida recompensa.
"La gente dice que
nosotros siempre tomamos el camino
difícil", comenta Salisbury, 26 años.
"Dicen que la tenemos que hacer complicada
para que las cosas nos salgan bien. Pero no
sabemos por qué es así. No hay
explicación."
En realidad, The Verve es
una banda tan golpeada por su pasado que a sus
integrantes no les gusta mucho hablar de eso.
McCabe ("nuestro guitarrista de genio
tranquilo", como lo apoda Jones) no quiso
ser entrevistado para esta nota; tampoco Tong.
Incluso Ashcroft se rehusa a hablar de la ruptura
o de su renovada amistad con McCabe.
"Es un ejercicio de
humanidad", dice Ashcroft acerca del éxito.
"Se necesita una cabeza sensible para hacer
un disco de puta madre. Enfrentémoslo: no salen
muchos discos geniales de gente fría e
insensible, ¿no?"
Si uno cree lo que dicen
los creditos en el cuadernillo del CD de Urban
Hymns, los Verve ni compusieron ni
tocaron "Bitter Sweet Symphony". La
composición es atribuida a Mick Jagger y Keith
Richards -hay una línea que concede "Letra
de Richard Ashcroft"- y la canción es
"interpretada por la Andrew Oldham
Orchestra". ABKCO Music, que controla los
derechos de los más grandes éxitos de los
Rolling Stones de los años 60, tiene el ciento
por ciento de los derechos editoriales de
"Bitter Sweet Symphony".
En realidad, Jagger y
Richards escribieron sólo parte de ese tema. Esa
parte incluye los riffs vocales y de guitarra de
"The Last Time", que aparecen en un
álbum de mediados de los 60 con temas de los
Stones arreglados para cuerdas y engañosamente
atribuido a Oldham, el antiguo manager de la
banda. Ashcroft admite que hace unos años,
cuando compró una copia del disco original de
Oldham, supo de inmediato que el arreglo
orquestado de "Last Time" podría ser
"transformado en algo extravagante",
según sus propias palabras. Ashcroft hizo una
secuencia en loop de cuatro
compases del tema, y se puso a trabajar.
Ha pagado caro su
inspiración. Justo cuando "Bitter Sweet
Symphony" estaba por ser lanzada como single
en Inglaterra, en junio pasado, el titular de
ABKCO Music, Allen Klein, rechazó el formulario
para registrar la grabación. Jazz Summers, el
comanager de The Verve, viajó para encontrarse
con los peces gordos de Virgin Records en los
Estados Unidos, en busca de ayuda. La
vicedirectora de Virgin, Nancy Berry, les pasó
"Bitter Sweet Symphony" a Jagger y a
Richards: la grabación les gustó, según dicen,
pero se negaron a involucrarse en el pleito.
Summers también le mandó
un casete de "Bitter Sweet Symphony" a
Oldham, quien ahora vive en Bogotá, Colombia.
"Andrew me mandó una nota fabulosa",
cuenta Summers. "El decía: <<¡Cana
con olfato! ¡Absolutamente un robo total! Se
entiende por qué (los de ABKCO) se están
arremangando.>>" Klein finalmente
aprobó que se registrara la grabación con lo
que Summers describe, ocurrente, como un
"acuerdo cincuenta-y-cincuenta: cincuenta
por ciento para Keith Richards y cincuenta por
ciento para Mick Jagger".
Ashcroft ha aprendido a
vivir con el hecho de que "Bitter Sweet
Symphony" ya no le pertenece, al menos
legalmente. La llama "la mejor canción que
Jagger y Richards han escrito en los últimos
veinte años". Cuando se le pregunta si vio
el comercial televisivo de Nike que incluye la
grabación, responde fríamente que le mandaron
dos videocasetes y que "no
funcionatron". (Los Verve están donando las
regalías de su participación en el comercial a
la Cruz Roja Británica, Landmines Appeal y a
Youth 2000, ina organización de caridad que
ayuda a los sin-techo de Londres.) No obstante,
Ashcroft habla largamente y muy entusiasmado
acerca de la génesis de "Bitter Sweet
Symphony", y acerca de qué quiere decir con
extravagante.
"Quería algo
explosivo, un sonido como de música campestre,
algo así como un Ennio Norricone moderno",
dice, sentado con las piernas cruzadas en el piso
de su living, un ambiente escasamente amoblado.
Cae sobre él la luz gris de una tarde inglesa de
fines de invierno, y el cálido soul de los
Staple Singers suena de fondo.
"Hay tres o cuatro
voces grabadas ahí", agrega. "Es como
una versión de un disco de los Temptations, algo
doo wop, salvo que yo soy los cuatro tipos en
uno: el que lleva el ritmo abajo, y también las
voces de sexo y violencia. Eso se oye mucho en Urban
Hymns: dos, tres, cuatro voces
sobregrabadas."
"Sampleamos cuatro
compases", dice acerca del riff del disco de
Oldham. "Eso ocupaba una pista. Además de
eso, agregamos cuarenta y siete pistas de
música. Le pusimos nuestras propias cuerdas,
nuestra propia percusión. Guitarras. Usamos
sólo cuatro compases para hacer <<Bitter
Sweet Symphony>> y ellos siguen sosteniendo
que es la misma canción.
"Lo que hicimos va
más allá del hip-hop. En el hip-hop, la
tendencia es dejar a la vista lo sampleado, como
gancho para vender más discos. Eso es hip-hop de
la vieja escuela: tomar un sonido, darle una
vuelta y deformarlo hasta lograr algo distinto.
Tomalo y usá tu imaginación."
Imaginación era todo lo
que los Verve tenían para salir a escena en 1990
y 1991, antes de que empezaran a hacer discos.
Tocaban desde que se ponía el sol hasta el
amanecer sólo para entretenerse y divertirse en
los Spash Studios de Wigan, una pequeña sala de
ensayo que olía a humedad. "Había cortinas
negras en las cuatro paredes, un cielo raso bajo
de poliestireno estilo años 70, una alfombra
húmeda y raída", recuerda Jones, 25 años.
Los miembros de la banda pagaban el alquiler de
esa sala con parte de sus seguros de desempleo.
"Era de terror, nos congelábamos. Probamos
llevando estufas, pero la cosa no mejoraba
mucho."
"Lo que hacíamos era
agarrar nuestros instrumentos", dice,
"y, sin decir ni una palabra, tocar lo que
fuera. Improvisábamos. Nunca nos sentamos y
dijimos <<Queremos ser una cruza entre los
Beatles y tal cosa o tal otra>>. Nunca
hicimos covers. Sólo tocábamos lo que
surgía."
Ashcroft describe esas
sesiones amateurs como "nuestra etapa
Hamburgo", en alusión a los tiempos en que
los Beatles forjaban su estilo en los sótanos
alemanes. "Zapábamos con intensidad",
declara, "éramos nuestros propios DJ con
nuestros instrumentos". Pero aun en sus
comienzos, los Verve poseían una férrea
confianza en sí mismos. Uno de los seis temas de
su primer demo se llamaba "Verve is
Rising" (Verve está en ascenso). En McCabe,
la banda tenía a alguien que podía hacer que
seis cuerdas sonaran como cinco guitarristas
tocando al mismo tiempo, alguien que podía
generar una atmósfera densa, llena de
torbellinos y latigazos de distorsión y reverb.
Ashcroft -que abandonó sus estudios
universitarios de filosofía y religión para
dedicarse por completo a la música, y que luego
convenció a los otros de que también dejaran
sus trabajos y la universidad- aportó la
seguridad de una estrella de rock y una
teatralización escénica bastante suicida.
En el debut de la banda,
una actuación en Londres para Virgin Records en
julio de 1992, "daba la impresión de que
uno estaba viendo a U2 en una etapa muy temprana,
como su segunda o tercera presentación".
Dice Dave Boyd, ejecutivo de Hut. "Había
unas veinte personas, cinco o seis de Virgin y el
resto jugadores que habían ido a tomar
algo." Frente a nadie, Richard se trepó a
los parlantes de retorno.
"Estaba loco."
Boyd recuerda entusiasmado las tempranas
travesuras de Ashcroft en el escenario. "La
mitad del tiempo cantaba pegado al micrófono, la
otra mitad se alejaba un metro y gritaba. Hizo
que el techo se viniera abajo en una disco de
Nueva York. Le costaba hacer videos y apariciones
en televisión. Si no era en vivo, le resultaba
muy duro de sobrellevar."
"Esta es la pura
verdad", afirma Boyd. "Si Richard no
estuviera haciendo esto, no sé qué podría
estar haciendo. Es para esto que lo pusieron en
esta tierra. Y él lo comprende
perfectamente."
Cuando era chico y vivía
en Billinge, un suburbio de Wigan, Richard
Ashcroft, el mayor de tres hermanos, no podía
comprarse muchos discos. Su padre, que murió por
una embolia cerebral cuando Richard tenía 11
años, solía estar sin trabajo. Su madre, que
después se volvió a casar, luchaba por mantener
a la familia con sus ingresos como peluquera.
Entonces, Ashcroft grababa canciones de la radio.
"Yo sabía cuándo
iban a pasar una canción por la radio",
sostiene. "Tenía el grabador preparado. Tal
vez no fuera un tema que circulaba en ese
momento. Podía ser una canción de hacía cinco
años. Pero yo parecía tener el don de
encontrarla en seguida cuando la pasaban en la
radio."
"Visualización",
llama Ashcroft a ese don. "Ser capaz de
construir el futuro, de tener algún influjo
sobre el futuro." Visualización
es un término que tomó del marido de su madre,
ex miembro de una antigua orden secular de
metafísicos y místicos conocida como los
rosacruces. Cuando Ashcroft era adolescente, su
padrastro solía realizar lo que el músico
describe como "experimentos con su mente,
experimentos de curación". Todavía
recuperándose de la muerte de su padre y sin
rumbo luego de haber abandonado su aspiración
juvenil de ser futbolista profesional, Ashcroft
participó con avidez en esas experiencias.
"A la gente le cuesta
entender cosas así. Dudan de todo eso y te
llaman lunático", admite con un resoplo
desdeñoso. De hecho, durante un tiempo, la
prensa especializada inglesa se refirió a
Ashcroft con el mote de Mad Richard (El Loco
Richard).
"Hablaba de su
padrastro", comenta Simon Jones, "y le
partía la cabeza a la gente. Creo que su frase
más provocadora era cuando advertía: <<Si
quisiera, si pusiera toda la mente en eso, la
gente podría volar>>. Lo que estaba
diciendo era, básicamente, que podés hacer todo
aquello en lo que creés".
"La gente tiene miedo
de usar la palabra espiritual",
asevera Ashcroft. "Creo firmemente que las
canciones vienen de una fuente inagotable. Tenés
que estar en cierto estado mental para captarlas.
No sabés por qué estás en ese estado mental. A
veces puede ser un estado mental peligroso. Pero
sé de dónde viene mi influencia." Ashcroft
se ríe, después imita un acento cockney de
filósofo de bar: "Viene de la mente
universal, hermano".
Nacido en Liverpool, Jones
tenía 13 años cuando se mudó a Wigan y entró
en la Upholland Comprehensive Shcool, donde
también estudiaban Ashcroft, Salisbury y Tong.
"No se comía ninguna de los
profesores", dice Jones de Ashcroft,
sonriendo. "Siempre les rompía el corazón
a las chicas. Siempre fue bueno para el fútbol,
y un poco presumido, para decir la verdad. Y él
lo admite."
Cuando la madre y el
padrastro de Ashcroft abandonaron Wigan y se
instalaron en Cotswolds, Ashcroft, que todavía
estaba en el colegio, se quedó viviendo en casas
de amigos. Vivió en la casa de Jones un año,
cuando los dos iban al Winstanley College.
La decisión de Nick McCabe
de no hablar para esta nota ("No habla para
nadie: no es nada personal", dice Jazz
Summers) nos deja la impresión de que se trata
de un guitarrista brillante con una personalidad
frágil y solitaria. Desde que volvió a unirse a
The Verve, a principios de 1997, McCabe se ha
mantenido al margen de la industria de la
música. Nacido en St. Helen's, cerca de Wigan,
un año adelantado a Ashcroft y Jones en la
universidad de Winstanley, McCabe, 26 años, no
ha concedido entrevistas a la prensa desde hace
casi un año. "Si a Richard no le gusta el
negocio", observa Dave Boyd, "Nick
definitivamente lo detesta".
Respecto de la fragilidad,
"Nick está mucho más feliz y más seguro
de sí que antes", insiste Jones. "En
el pasado, a Nick le costaba aceptar que tenía
que salir al escenario y enfrentar a la gente. Es
tímido en serio y siempre se ha considerado una
mierda. Por más que le dijeras que estaba
haciendo algo genial -<<La puta, ésa es la
mejor interpretación en guitarra que oí en mi
vida>>-, él pensaba que lo estabas
cargando."
Las tumultuosas sesiones de
grabación de A Northern Soul
perjudicaron a la banda, pero particularmente
a McCabe. Casi aislados en Gales, tomando
demasiado éxtasis, los Verve trabajaron al lado
del productor de Oasis, Owen Morris, personaje
exuberante que, según cuenta la leyenda,
destrozó una ventana del estudio para celebrar
que el grupo había terminado de grabar la
maravillosa balada "History".
"Nick es un tipo muy
tranquilo, muy personal", dice Boyd.
"Parte de su exuberancia fue mal
interpretada como una actitud canchera, cosa que
a él no le gusta. La mentalidad y la actitud
típica del norte de Inglaterra: usa pelo corto y
camisas formales, y puede salir el sábado a la
noche y ponerse completamente en pedo, o meterse
en alguna pelea. Cuando eso se le volvió a
aparecer como un fantasma, Nick
retrocedió."
Fue Ashcroft, que también
se sentía exhausto y frustrado, quien deshizo el
grupo después de una aparición en un festival
importante realizado en Escocia, en agosto del
95. "Pero si se hubiera ido cualquier otro
miembro de la banda, habría pasado lo
mismo", sostiene Boyd. "Si sacás a un
miembro de la banda, ya no son más los
Verve."
Eso también fue obvio para
Ashcroft, porque cuando volvió a trabajar, en la
ciudad de Bath, lo hizo con la colaboración de
Jones, Salisbury y Tong. Ashcroft tenía una
serie de canciones nuevas excelentes, entre ellas
"The Drugs Don't Work" y
"Sonet". Tocó estos dos temas en una
sorpresiva presentación como solista en Nueva
York, como telonero de Oasis, en marzo de 1996.
(La asociación fraternal con Oasis se remonta al
año 93, cuando la banda de los hermanos
Gallagher fue contratada, sobre la base de un
demo, como telonera de los Verve en una gira por
el Reino Unido.) Pero cuando en septiembre del 96
comenzaron las sesiones para Urban Hymns
con el productor Youth, Ashcroft todavía no
sabía si estaba haciendo un álbum solista o un
nuevo disco de Verve.
"Yo seguía
llamándolo Verve", dice Youth. "Eso
era lo que anotaba en la planilla del estudio.
Pero a Richard le afectaba más la ruptura. El
prefería recordar a la banda como era antes de
la separación."
"Con Nick no se
trataba sólo de música", acota. "Nick
fue un referente para Richard, su complemento
ideal. Era el alter ego de Richard, en muchos
sentidos. Y Richard realmente necesitaba algo
así."
Durante el receso de
Navidad, Ashcroft finalmente llamó a McCabe a
Wigan. Cuando McCabe se unió a las sesiones de
grabación en Londres, registró sus fascinantes
partes de guitarra de "Sonnet" y
"The Drugs Don't Work" en la primera
toma. "Nick y yo somos más parecidos de lo
que cualquiera supondría", sostiene
Ashcroft. Eso es todo cuanto va a decir sobre
McCabe, por respeto y amistad.
Para Jones, se ha inflado
la ruptura de los Verve en forma
desproporcionada. "Es parte del
crecimiento", insiste. "Fíjense que
nosotros pasamos de ser adolescentes a ser
adultos dentro de una banda. Miren por lo que
pasaron los de Fleetwood Mac. Cogían entre
ellos, tomaban merca, hacían de todo. Todo lo
que hicimos nosotros fue tener un problema de
comunicación. Y pará de contar."
Pregúntenle a Ashcroft
sobre el éxito en los Estdos Unidos y qué se
requiere para conseguirlo, y les responderá con
una exclamación audaz y provocadora del tipo
"Perdimos un montón de tiempo ahí".
En realidad, lo que quiere decir es que los Verve
-que tocaron en Nueva York en 1992, antes de
haber llegado a sacar un disco, e hicieron una
extensa gira por todos los Estados Unidos durante
el 93 y el 94, para apoyar el lanzamiento de A
Storm in Heaven- perdieron mucho tiempo
en territorio norteamericano haciendo boludeces.
Hubo días memorables
-cuando tocaban "Gravity Grave" en la
caja de una camioneta en Times Square, en el 92-
y actuaciones imperdibles, como la noche de julio
de 1993, cuando llovieron pedazos de mampostería
sobre la banda y el público en la Sinagoga Anshe
Slonim, un templo deteriorado y convertido en
centro cultural en el Lower East Side de Nueva
York.
El recuerdo más
entrañable que Ashcroft conserva del
Lollapalooza 94 es haber jugado al fútbol con un
grupo de monjes tibetanos. También recuerda que
tocaban en el escenario secundario de
Lollapalooza todos los días a las dos de la
tarde, con un calor agobiante, para multitudes
desalentadoras por lo pequeñas. Y todo lo que
desprecia del negocio discográfico se resume en
la frase "Panchos con CEMA". Ocurre que
durante una escala en Houston, en la gira del
año 93, los Verve fueron contratados para una
recepción de CEMA, la empresa distribuidora de
Virgin. "Dios bendiga a toda esa gente,
quienquiera que sea", dice Ashcroft, negando
toda malicia personal. "Salí al escenario y
enfrente tenía cinco mujeres que llevaban
colgadas unas tarjetitas con sus nombres, comían
panchos y articulaban las letras de las
canciones, aunque un poco fuera de tiempo y
completamente mal. Yo pensé:<<¿Qué
carajo está pasando acá?>>"
Eso suena a clásico
colonialismo del rock británico, pero no lo es.
Ashcroft es un bicho raro en el pop inglés, un
bocón con un gran corazón que lo respalda, un
creyente del rock & roll que siente que la
guerra contra las convenciones y los clisés
nunca se terminó, nunca fue ganada. Lamenta que
un mero título de canción como "The Drugs
Don't Work" (Las drogas no sirven) pudiera
atemorizar a los programadores del Top 40 de los
Estados Unidos. (Atención, gente de radio: la
palabra clave del título es no.)
Lo pone violento lo que él llama "el test
de ADN" de las radios que emiten música
popular. "Cada single que pasan tiene un
determinado ADN, y si tu single es demasiado
largo son capaces de cortarle una parte",
protesta Ashcroft. "Lo pueden
adulterar."
"Este asunto me hace
echar humo", dice levantando temperatura y
el volumen de su voz. "La gente me dice
<<Calmate>>. Pero yo pienso:
<<Perdimos el puto poder. ¡Ustedes no
entienden!>>"
Pero Ashcroft está
dispuesto a pelearla. Y si bien puede mostrarse
reticente a repetir las mismas cosas, a exponer
las tensiones privadas que están por detrás de
los problemas públicos de The Verve, es
fundamentalmente porque no cree que su banda haya
pasado por nada fuera de lo común.
"Al final del día,
todas las grandes bandas tienen problemas",
dice Ashcroft, riéndose y mostrando una sonrisa
radiante, la sonrisa de una victoria esforzada.
"Las bandas que están completamente
felices, las que siempre están riéndose en la
televisión, las demasiado ambiciosas y
desesperadas... ésas son para preocuparse."
-David Fricke
revista Rolling Stone, Mayo
1998
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